La selección del 98 y la casi clasificación
Aunque usted no lo crea, hubo un tiempo muy largo entre finales del siglo pasado y comienzos de éste, en el que la gastronomía del Perú era más sinónimo de disentería que de cocina chic y la selección de fútbol no jugaba a clasificar sino a alcanzar cinco puntos en la Eliminatoria (lo que varias veces no se pudo). Como ya sabemos, la felicidad está en el deporte y en la comida, así que éramos un país muy triste, tanto, que lo sombrío de la Generación X nos parecía de un optimismo insoportable. Si a eso le sumas algunas nimiedades como la quiebra del estado, la hiperinflación, la corrupción masiva, el terrorismo y la pobreza extrema de dos dígitos, la vida no era de lo mas agradable en este país.
Sin embargo, toda independencia tiene a su Tupac Amaru y así como antes de Gastón tuvimos a Don Pedrito; la selección de Gareca tuvo a la de Oblitas y su heroica gesta para el Mundial del 98, gracias a la que casi clasificamos. Esa eliminatoria marcó tanto al país, que la cultura del “Casi” nos definió hasta hace muy poco. Cambiamos la búsqueda del éxito por el “casi éxito” y en eso no nos fue tan mal. Es así que aprendimos a celebrar cosas como “casi consigo el trabajo de mis sueños”, “casi me saca de la friendzone la persona que me gusta”, “casi apruebo en primera matricula”, “casi le hablo”, “casi me sale la visa”, “casi me alcanza para la comida”,“casi no me da sida”. Es decir, seguimos siendo un país de perdedores, pero esa casi clasificación nos dio algo que no habíamos tenido hasta ese momento: Optimismo ingenuo. Aprendimos que si bien lo mas probable es que las cosas nos salieran mal, el haber estado a punto de lograr algo valía la pena. Y pasamos a cosas como “No crecemos como China, pero casi”, “Casi tenemos la peor comprensión lectora y matemática del mundo, pero por suerte no”, “Casi sale Ollanta pero no”, “Casi sale la Keiko, pero no”. Nuestra falta de rumbo se fue transformando en otra cosa, indefinible al comienzo, pero con el tiempo fue claro que empezamos a tener objetivos reales, quizás no los conseguíamos nunca, pero tampoco los veíamos como “las cosas que solo le pueden pasar a alguien más”. Luego llegó el boom gastronómico, la clasificación al Mundial y llegamos a pensar que no hay gran diferencia entre nuestro país y el primer mundo. Incluso empezamos a creernos merecedores de otro destino. Aunque el escándalo de PPK nos devolvió un poco a nuestra realidad, es probable que no hubiéramos llegado donde estamos (al menos mentalmente) de no ser por esa inolvidable selección.
El equipo que formó Oblitas, tenía como base al Cristal de Solano y el Chorri. En realidad era el Cristal del 94 -probablemente el mejor equipo en la historia del Perú- con algunos refuerzos. Naturalmente la prensa y el público “conocedor” se cebaron en ataques ante tamaña “argolla”. “Solo juegan sus amiguitos” criticaban con desprecio. El equipo, para ellos, necesitaba a los ídolos de equipos lamentables como la U y el Alianza o a jugadores de provincias (en un tiempo en el que los equipos de provincias eran semi amateurs y donde solo jugaban aquellos que no eran lo suficientemente buenos para ser suplentes de un equipo limeño). “Estrellas” como Waldir Sanz, “Loverita” Ramirez, Roberto Martinez o el Chemo Del Solar eran exigidos por sus hinchas.
La verdad, es que en la selección estaba lo mejor que había en el país en ese momento (que al igual que la selección que si ha ido al Mundial, no era mucho) y eso se demostró luchando la clasificación hasta la ultima fecha (Aunque el “casi” y la eliminación nacieron en el partido previo, cuando el miedo escénico termino con una goleada ante Chile). Y eso se logró con un equipo sin figuras internacionales, cuando solo había cuatro cupos disponibles y cuando no hubo puntos de regalo en mesa, que con eso se hubiera llegado tranquilamente al Campeonato.
Oblitas, al conocer tan bien a la mayoría de jugadores, al haberles enseñado, prácticamente, a jugar, sabia sacar lo mejor de ellos (Al igual que Gareca con su base de la U). El pase de Balerio para el pivoteo de Maestri y la arremetida del Chorri para el patadón de lejos era marca registrada, así como los tiros libres de Solano. De haber contado con un delantero que metiera goles y una dosis de suerte (Cosas que sí tuvo Gareca), así como un espíritu ganador (que el tampoco tenia porque también es peruano), se hubieran agotado quince reimpresiones del álbum Panini y, ya sin ser víctimas del “casi”, no hubiéramos escogido a Toledo, Alan, Ollanta y PPK y hubiéramos esperado algo mejor, en lugar de votar por el miedo de que “casi gane nuestro demonio político del momento).

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