El Madrid y la Champions: Una Oda al Compromiso
La Champions es, luego del Mundial, el evento más importante en el mundo del fútbol. No hay apasionado de ese deporte que no sienta unas cosquillas en el estómago cada vez que siente tocar su famoso himno. La Champions desata pasiones a un nivel mucho mas alto que, incluso, la muy venida a menos Copa Libertadores.
La Champions es el espectáculo por antonomasia y, como tal, las cantidades de dinero que mueve son desorbitantes. Sin embargo, no solo de nombre vive esa competencia. Los mayores ingresos provienen de los derechos televisivos y todo el movimiento periodístico y comercial que se desarrolla alrededor de cada partido. Y la gente quiere espectáculo, pero mucho mas que eso, quiere ver a futbolistas conocidos.
En los últimos años, el panorama ha sido dominado por el Barça y el Real Madrid, que han acaparado casi todos los títulos. Entonces, la plebe, el vulgo, el populacho, se ha acostumbrado a ver a alguno de ellos, o a los dos, en una cruenta batalla hasta instancias finales. Por eso, era no solo inaudito, sino completamente inaceptable, llegar a semifinales del torneo con ambos clubes eliminados. ¿Qué clase de mofa hubiera sido que llegaran a esas instancias el Liverpool, la Roma, la Juventus y, para darle un poco de brillo, el Bayern? ¡Oiga usted, que esto no es la Copa de Campeones de la CONCACAF! La Champions no se juega en un continente bananero donde los países entran en guerra por un partido. En Europa se respetan las instituciones y la FIFA y la UEFA lo son; por tanto, no se va a permitir una burla de tales proporciones. Si no se pone mano dura, esto se descontrolaría hasta el punto de llegar a aumentar unos apocalípticos cuatro puntos porcentuales de perdidas en comparación al 2017 y eso, en un mercado que tiende hacia la recesión (mientras, a la par, ha generado una insostenible burbuja de traspasos) es imposible.
Eso lo entendió muy bien ese ciudadano cosmopolita de la Unión Europea: Michael Oliver, quien puso de lado su dignidad, su reputación, su honor y toda su credibilidad para salvar un Euro que se cae a pedazos, unas sonrisas en camisetas merengues que se venden tan bien en todo el mundo y el sueldo de Cristiano Ronaldo, quien se vería forzado a realizar otra tanda de evasiones fiscales para mantener su precaria calidad de vida, sin los bonos por llegar a la final. Oliver le regaló, magnánimamente, la clasificación al Real, porque se lo merece, porque ningún equipo, salvo el Barça, ayuda tanto a las finanzas continentales del deporte rey. ¿Que importa si la Juventus merecía jugar las semifinales por ese partido heroico? El futbol no se trata de agallas sino de beneficios brutos y utilidades netas, y allí sí, los italianos pierden por goleada.
Estamos seguros de que tan buen árbitro no trató de favoreces a los madridistas. Eso es muy mezquino. Hubiera hecho lo mismo por el Barcelona, de haberse dado el caso. Por eso, ¡las Bolsas de Valores post Brexit te lo agradecen!
La Champions es el espectáculo por antonomasia y, como tal, las cantidades de dinero que mueve son desorbitantes. Sin embargo, no solo de nombre vive esa competencia. Los mayores ingresos provienen de los derechos televisivos y todo el movimiento periodístico y comercial que se desarrolla alrededor de cada partido. Y la gente quiere espectáculo, pero mucho mas que eso, quiere ver a futbolistas conocidos.
En los últimos años, el panorama ha sido dominado por el Barça y el Real Madrid, que han acaparado casi todos los títulos. Entonces, la plebe, el vulgo, el populacho, se ha acostumbrado a ver a alguno de ellos, o a los dos, en una cruenta batalla hasta instancias finales. Por eso, era no solo inaudito, sino completamente inaceptable, llegar a semifinales del torneo con ambos clubes eliminados. ¿Qué clase de mofa hubiera sido que llegaran a esas instancias el Liverpool, la Roma, la Juventus y, para darle un poco de brillo, el Bayern? ¡Oiga usted, que esto no es la Copa de Campeones de la CONCACAF! La Champions no se juega en un continente bananero donde los países entran en guerra por un partido. En Europa se respetan las instituciones y la FIFA y la UEFA lo son; por tanto, no se va a permitir una burla de tales proporciones. Si no se pone mano dura, esto se descontrolaría hasta el punto de llegar a aumentar unos apocalípticos cuatro puntos porcentuales de perdidas en comparación al 2017 y eso, en un mercado que tiende hacia la recesión (mientras, a la par, ha generado una insostenible burbuja de traspasos) es imposible.
Eso lo entendió muy bien ese ciudadano cosmopolita de la Unión Europea: Michael Oliver, quien puso de lado su dignidad, su reputación, su honor y toda su credibilidad para salvar un Euro que se cae a pedazos, unas sonrisas en camisetas merengues que se venden tan bien en todo el mundo y el sueldo de Cristiano Ronaldo, quien se vería forzado a realizar otra tanda de evasiones fiscales para mantener su precaria calidad de vida, sin los bonos por llegar a la final. Oliver le regaló, magnánimamente, la clasificación al Real, porque se lo merece, porque ningún equipo, salvo el Barça, ayuda tanto a las finanzas continentales del deporte rey. ¿Que importa si la Juventus merecía jugar las semifinales por ese partido heroico? El futbol no se trata de agallas sino de beneficios brutos y utilidades netas, y allí sí, los italianos pierden por goleada.
Estamos seguros de que tan buen árbitro no trató de favoreces a los madridistas. Eso es muy mezquino. Hubiera hecho lo mismo por el Barcelona, de haberse dado el caso. Por eso, ¡las Bolsas de Valores post Brexit te lo agradecen!

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